VENUSTAS
SENSATAS HUMANITAS
Pygmalion y Galatea, Gérôme |
En el siglo I d.C. El
arquitecto romano Marcus Vitruvius Pollio escribió un
axioma, una declaración tripartita de valores que
guiaría la ética
arquitectónica durante muchos siglos: Firmitas,
Utilitas, Venustas, traducidas como Durabilidad, Utilidad, Belleza. ¡Y con razón! El
"architectus" era el "principal constructor"; Su deber era
crear edificios sostenibles y agradables para sus usuarios.
Junto al
arquitecto, creando cualquier cosa en este mundo con sus manos, teníamos al "Homo Artifex", el hombre que hace arte, el
artesano. Quizás nunca de un modo consciente, pero
ciertamente el artesano siempre se sintió guiado por una ética diferente. Propongo un
axioma paralelo para el artesano: Venustas, Sensatas, Humanitas.
VENUSTAS
La belleza es la ética compartida entre el arquitecto y el artesano. Sin embargo, mientras
que el arquitecto crea para la escala del cuerpo, el artesano crea a la escala
de la mano y el ojo. Ciertamente el arquitecto trabaja para el deleite de su
jefe o cliente; Sin embargo, el artesano se integra en la propia obra. Por
ejemplo, tal vez el arquitecto decida que debe otorgarse la belleza de una
cierta ornamentación.
Entonces el
arquitecto tiene que encontrar un precedente apropiado, y dirigir al artesano
para hacer referencia de tal o cual columna, hacer ajustes para determinar la
escala del espacio, transmitir ligereza o pesadez con las sombras, y así sucesivamente. Tal vez el arquitecto, que tiene un interés particular se pase de vez en cuando durante la obra.
Cortesía de Palladio Mouldings |
La intensidad de la
experiencia del artesano es completamente diferente. ¿Qué grosor deben tener las hojas? ¿Cómo se deben enrollar? ¿Deberían los lóbulos
ser un poco más redondeados? ¿Los óculos más
profundos? ¿Las costillas más delgadas? Se consideran mil decisiones, cientos de ellas descartadas,
mucho más allá de
la satisfacción del arquitecto o el capricho del jefe,
es más bien algo agonizante a un simple
vistazo.
SENSATAS
Sentimiento, emocion,
vida. Hace poco fuí a hacer un asesoramiento en
el histórico Drayton Hall. La fachada del
edificio es fina, bien proporcionada, bastante común y corriente sin nada destacable. Se podría argumentar que temenos algunos ejemplos de fachadas más finas en Charleston y que esa fachada no tiene nada que señalar en comparación con el verdadero ejemplo
de la Villa Capra de Palladio por ejemplo.
Sin embargo, no
puedes dejar de contentarte cuando entras al piso noble de una gran residencia
con sus techos decorados con preciosos ornamentos y paneles en las paredes. ¿Es esa la representación más fina del artesano? Quizás no…¡pero está llena de sentimiento! Luego
pasas a una habitación adyacente y te quedas
cautivado por un techo enlucido modelado a mano. No hay una línea sublime o una sombra nítida.
Sin embargo, esa falta en precisión es
lo que lo hace especial. Me atrevería a decir
que son esas dos habitaciones lo que hace del Drayton Hall un lugar emblemático. No su historia, la proporción o
el hecho de que Drayton Hall sea fiel al estilo colonial del Palladio
georgiano, sino que es la belleza artesanal expresada con sentimiento en esas
habitaciones. Drayton Hall es uno de los edificios más queridos en Charleston y uno de los más
queridos en los Estados Unidos. ¿Porque
hay tanta gente que “siente” tal conexión con los espacios cuando
entran a esas habitaciones en Drayton Hall? Quizás es
porque esos artesanos, todavía muchos años después son capaces de comunicarse
con nosotros, como si nos estuvieran ofreciendo un regalo a través del tiempo.
Drayton Hall |
La naturaleza libre y
casual de su mano de obra nos permite empatizar, compartir y podemos ver la mano
del artesano en el trabajo e incluso llegar a imaginar que la mano del artesano
es nuestra propia mano. De algún modo la conexión emocional nos lleva todavía más allá, sintiendo cuánta paciencia y concentración
fue requerida para realizar esas sutiles sombras de los ornamentos y los fluidos
espirales decorados con hojas. Mientras que el arquitecto diseña una construcción duradera para satisfacer
las necesidades, el artesano continúa
embelleciendo con esmero para alimentar nuestras almas.
HUMANITAS
Cortesía de Hunt Studios |
No imagines que
podemos crear algo verdaderamente bello. La hoja más agraciada jamás esculpida en mármol por el propio Calímaco se volvería simple hasta convertirse en insignificante cuando la examinamos
contra la hoja de un diente de león,
cardo, acanto o cualquier otra hierba que pudiéramos
pisotear. Lo que podemos hacer es apreciar la delicadeza de una flor, la gracia
de un león o la belleza de la forma humana y
registrarlo en madera, en piedra, o en estuco . Este es el acto de apreciación transmitida, una calidad decididamente humana que da nobleza al
arte, al artesano y a nuestro patrimonio cultural compartido.
Por esta razón, el arte hecho industrialmente está
muerto. Más que no tener vida es que es inútil. La belleza que podemos extraer del arte es la interpretación de la vida por la mente humana y que pasa por la mano humana. No hay
una conversación con un ordenador o una máquina. Me gustaría dar esta súplica al arquitecto o al cliente: concede al artesano la libertad en
su arte. Y al artesano esta precaución:
no dejes que ningún hombre te quite esa
libertad. Las personas pueden tener sus almas arrebatadas y ser también convertidas en máquinas.
Este artículo fue escrito por
Patrick Webb
Traducido por Anna Castilla Vila